Alfredo Pérez Rubalcaba

Pérez Rubalcaba: legado y memoria

Este es un espacio de reflexión que, impulsado desde la Fundación Felipe González, recupera la memoria de Alfredo Pérez Rubalcaba y ofrece a la sociedad la posibilidad de conocer su legado. Un lugar en el que retomar la conversación con Alfredo, que sigue siendo más necesaria que nunca. En los próximos meses añadiremos nuevos contenidos y puntos de vista a este homenaje colectivo.

A 'Ruba', una conversación pendiente

Felipe González

Expresidente del
Gobierno de España

Leal, agudo, crítico y compañero

Elena Valenciano · Jaime Lissavetzky · José Mª Maravall · Gregorio Martínez · José Enrique Serrano

Consejo Asesor para el Legado de
Alfredo Pérez Rubalcaba en la FFG

Felipe González

Felipe González Expresidente del Gobierno de España

A 'Ruba', una conversación pendiente

Felipe González Expresidente del Gobierno de España

Hace un año, el 29 de abril, recibí temprano una llamada de Alfredo preguntándome si podríamos vernos ese día, antes de mi salida para Buenos Aires al día siguiente. Él tenía que viajar a República Dominicana para unas conferencias, invitado por un ministro amigo suyo, y quería saber mi opinión sobre la situación política en aquel país. Temía que no tuviéramos ocasión de vernos entre mi vuelta de Buenos Aires y su salida a República Dominicana.

Además, me dijo, tenía cierta urgencia en hablarme del tema de la mediación en la crisis de Venezuela, de los que habían intervenido en el final de ETA. Aún no se conocía la gestión noruega en la crisis venezolana y Alfredo quería preguntarme si estaría dispuesto a hablar con ellos.

Quedamos en mi casa a las 17.30 esa misma tarde del día 29 y la conversación se prolongó hasta las 21 horas. Yo tenía que cenar con un grupo de amigos. La charla podría haberse prolongado indefinidamente en ese día posterior al 28 de abril electoral.

Sé que cuesta creer que el motivo de su llamada para que nos viéramos ese día no fuera hablar del resultado electoral, sino de los dos temas que señalaba antes. Pero así era Alfredo, más seguro de nuestras coincidencias sobre el escenario político postelectoral y con menos prisas para comentarlo que por aclarar los otros asuntos.

Alfredo y Felipe
En 1992, Felipe González nombró ministro de Educación y Ciencia a Alfredo Pérez Rubalcaba.

Un año después han ocurrido tantas cosas que nuestro país parece otro, no solo, ni principalmente, porque haya habido unas segundas elecciones el 10 de noviembre de 2019, sino porque nos ha invadido una pandemia que lo ha cambiado todo, que ha marcado un antes y un después, para toda Europa y para todo el mundo que conocíamos.

¿Cómo hubiera sido nuestra conversación este 29 de abril de 2020? ¿Por qué derroteros irían, Alfredo, tus pensamientos en relación con los de un año antes?

Me cuesta menos imaginarlo que escribirlo. Sé que, en este prolongado confinamiento en el que estamos, como estarías tú si continuaras entre nosotros, habríamos hablado cada día –virtualmente claro, sin el acompañamiento del café y, por qué no decirlo, de esa sustancia humeante que ni tú ni yo deberíamos consumir-.

¿Cómo hubiera sido nuestra conversación este 29 de abril de 2020?

En aquel ya tan lejano encuentro, empezamos hablando de “nuestra salud” en tono de broma, como siempre. El número de pastillas que ingeríamos cada día. La anécdota de mi asombro cuando Andreotti desplegaba en la mesa del Consejo Europeo hace más de 30 años, varias pastillas de distintos colores que iba tomando durante la comida. Y nosotros habíamos terminado haciendo algo parecido. Terminaste esta fase preliminar con una frase de las tuyas, que explican tanto: “tú y yo somos supervivientes del Sistema Nacional de Salud que montamos”.

Hablamos de la situación política de República Dominicana, aunque no necesitabas conocerla a fondo para cumplir tus compromisos de conferenciante sobre educación, pero ese deseo también definía tu carácter, tu compromiso político.

Sabías que no se puede profundizar en un tema tan decisivo como la Educación sin conocer el contexto político social y económico en el que hay que desarrollar el proyecto. Además, no querías arriesgar un desliz fuera del tema que te llevaba allí. Querías la máxima información. Así operabas siempre en tu acción como responsable político y, por eso, pocas cosas escapaban a tu mirada, siempre aguda, siempre crítica y siempre leal al proyecto en el que creías.

Todo lo que hablamos sobre República Dominicana ha ido pasando, aunque faltan las elecciones presidenciales. Pero, también, llegó la pandemia y lo alteró todo, o casi. Tienen pocos casos y parece que todos importados, con mínimos contagios internos. Algunos científicos dicen que el clima favorece a países como República Dominicana. No lo sé, pero dicen que al virus que nos ataca no le gusta el calor. El químico que siempre fuiste tendría más fácil comprender como actúa ese virus sobre las células. Incluso por eso te echaré de menos.

Pocas cosas escapaban a tu mirada; siempre aguda, crítica y leal al proyecto en el que creías.

Poco tiempo empleamos para contestar a tu pregunta sobre mi disponibilidad a hablar de Venezuela con los mediadores que te habían preguntado. Entonces, como ahora, porque la tragedia apocalíptica sigue y aumenta, te dije que estaba disponible para echar una mano en la búsqueda de una salida.

Y, claro, como la mayoría pensará, también hablamos del resultado de las elecciones de aquel 28 de abril, que hoy, te aseguro, parece muy lejano. No solo por la repetición de elecciones unos meses después de fracasar la formación de gobierno y complicarse aún más las posibles fórmulas de gobierno con estabilidad razonable, sino por ese antes y ese después de la pandemia con la que inauguramos 2020.

La conversación sobre aquel resultado no fue complicada para nosotros. Tú habías acuñado aquel “gobierno Frankestein” que se hizo famoso y veías, como yo, muy difícil conformar una mayoría estable que pudiera ofrecer gobernanza para un proyecto de España que no se basara en coaliciones negativas.

Hablamos de cómo superar cuatro largos años de inestabilidad, de retrasos en tareas urgentes, de parálisis en la renovación de órganos decisivos para el funcionamiento de las instituciones, de presupuestos que se prorrogan una y otra vez, de crisis territorial con comportamientos desleales que niegan un proyecto común, de todos y para todos los ciudadanos del Estado, o de ese espacio común compartido que es España.

Alfredo
Rubalcaba fue vicepresidente del Gobierno durante el segundo mandato de J. L. R. Zapatero.

Es verdad que teníamos una mirada más prudente sobre el resultado, ausente de euforias que considerábamos injustificadas. También lo es que bromeamos sobre los gritos ante la sede de Ferráz: “con Rivera no”. De nuevo tu frase iluminando la escena: “¿Cuántos habría mandado Podemos?”. Pero sabías, o sabíamos, que Rivera había pasado el Rubicón y que era imposible la fórmula de mayoría que daban las urnas. También coincidimos en que nadie la quería.

Después, el silencio. El 10 de mayo te fuiste. Dije aquel día que ya te echaba de menos. ¡Imagina como será después de todo lo que pasó el resto de aquel 2019! Pero sobre todo lo que está pasando con la pandemia.

Alfredo era el canal, siempre accesible, por el que llegaban a mí muchos compañeros y compañeras, muchos amigos responsables de áreas diferentes. Su muerte cortó la comunicación entre los dos y otras muchas a través de él.

Ahora, en el aislamiento, trabajo telemáticamente, aun reconociendo mi impericia, dependencia de una inteligencia analógica que está siendo sustituida por la inteligencia digital. Echo de menos contarte, sin perder la ironía, cómo interpretan lo que pienso, poniendo en mi boca no sé cuántas estrategias que no salen de mi. Es frecuente la mentira en la “red” y hace daño. Pero aún más daño hace una verdad –como una frase aislada del contexto- a la que se añaden rumores, fuentes “próximas” que pretenden dar credibilidad a la mentira que se propaga.

Pero salgo de esa dimensión personal de lo que supone tu ausencia. Porque quiero terminar afirmando que alguien como tú, Alfredo, resulta más necesario que nunca en esta pandemia que amenaza a la salud –prioridad indiscutible-, pero cuyas consecuencias amenazan nuestro modo de vida, nuestra economía, nuestro empleo. Nadie tiene “la solución” al día de hoy ni para acabar con el virus, ni para enfrentar los desafíos que tenemos por delante.

Alfredo era el canal, siempre accesible, por el que llegaban a mí muchos compañeros y compañeras.

Por eso hace falta gente con talento para encauzar acuerdos amplios, como demandan los ciudadanos, entre responsables políticos –gobierno y oposición parlamentaria; gobierno y comunidades autónomas y municipios; gobierno en el Consejo Europeo; gobierno e interlocutores sociales-. Tenemos, aunque deteriorados, los mimbres constitucionales e institucionales para hacerlo. Y no se trata de UN ACUERDO, sino de una metodología para acordar cada paso que haya que ir dando.

Es impresionante pensar que la incertidumbre es la regla para todo. Para combatir y superar la pandemia. Para hacer las políticas anticíclicas que necesitamos y necesitaremos por un tiempo que no podemos adelantar y con unos costes que aún no podemos calcular.

Acuerdos sucesivos para ajustar el tiro y mejorar la certidumbre sobre un futuro inmediato que exige que todos vayamos juntos, aunque siempre haya excepciones. Alfredo representaba la capacidad para hacer ese trabajo. Tenía convicciones firmes, lealtades de proyecto, espíritu crítico y a veces ácido. Pero tenía voluntad y talento para acercar posiciones buscando el interés general. Para colmo podía trabajar 24 horas y atender todos los frentes, aunque se “confinara” cuando iba a jugar el Real Madrid.

Pilar nos encargó tu legado documental. Honor y carga que esperamos ir poniendo a disposición de todos los ciudadanos.

Hasta siempre, Alfredo.

Felipe González fue presidente del Gobierno de España entre 1982 y 1996.

Alfredo Pérez Rubalcaba

ELENA VALENCIANO JAIME LISSAVETZKY JOSÉ Mª MARAVALL GREGORIO MARTÍNEZ JOSÉ ENRIQUE SERRANO Consejo Asesor para el Legado de Alfredo Pérez Rubalcaba en la FFG.

Recordando
a Alfredo

ELENA VALENCIANO · JAIME LISSAVETZKY · JOSÉ Mª MARAVALL · GREGORIO MARTÍNEZ · JOSÉ ENRIQUE SERRANO Consejo Asesor para el Legado de Alfredo Pérez Rubalcaba en la FFG.

Este artículo quiere homenajear, en nombre de muchos, la pasión, la honestidad, la capacidad intelectual y la manera de hacer política para mejorar la sociedad de Alfredo Pérez Rubalcaba.

Hoy, 10 de mayo de 2020, hace un largo año, en una forma cruel por inesperada, perdimos a Alfredo, a Alfredo Pérez Rubalcaba. Y creemos, hoy como entonces, que es una pérdida no sólo para su familia y sus amigos, no sólo para los socialistas españoles, sino también para el conjunto de los ciudadanos.

Estas son unas líneas de recuerdo y de reconocimiento que, con seguridad, habrían podido dedicarle muchos de sus amigos de los que, como nosotros, compartimos gran parte de nuestra vida enlazados por el afecto, la cercanía, el trabajo, el compromiso político. Sólo nos diferenciamos del resto en que Pilar, su mujer, nos ha hecho el encargo y el regalo de que nos ocupemos de mantener su legado personal y político, incorporando sus escritos, sus discursos, sus notas, al archivo de la Fundación Felipe González.

De algún modo, creemos que, para quienes lo consulten, descubrirán que así seguirán hablando, como hacían casi cada día, dos referentes indispensables para conocer y comprender lo que ha sido el PSOE de la era moderna, su acción de gobierno y la conquista y el desarrollo de la democracia española desde los últimos años del franquismo hasta nuestros días.

“Y ahora, ¿a quién vamos a llamar cuando no sepamos qué hacer?”

Nos marcó tanto durante su vida que ha conseguido permanecer vivo en nosotros. Su falta es tan honda que todos los días hemos tenido ocasión para sentir su ausencia. Nos pasa cuando quedamos a cenar, cuando recordamos anécdotas, cuando envidiamos su rapidez mental para aclararnos (“¿Lo ves, no?”), cuando comentamos la actualidad política, cuando subrayamos su lealtad al Partido Socialista al que tanto quiso y al que tanto dio en los momentos de éxito y también en los de oscura amargura.

La admiración que suscitaba en cuanto emprendía traspasó los límites de su círculo más cercano: lo afirman quienes trabajaron con él, lo proclaman sus alumnos de química orgánica y lo acredita, sobre todo, el homenaje silencioso que le rindieron miles de ciudadanos en el momento de su despedida.

Llamadas de consejo

Allí, en la capilla ardiente instalada en el Congreso de los Diputados, alguien expresó, mejor que nadie, el respeto que se labró por su valía personal, intelectual y política y el vacío que nos ha dejado: “Y ahora, ¿a quién vamos a llamar cuando no sepamos qué hacer?”.

Fue la forma espontánea de reconocer que hubo un momento a partir del cual Alfredo se había convertido en algo más que ministro, vicepresidente o secretario general del PSOE, para pasar a ser considerado el consejero, el inspirador, el recurso último de cuantos en el Partido Socialista ejercían tareas de gobierno.

No sólo eso. Alfredo, que fue el más joven de la generación política de Felipe González, acabó asumiendo, para la generación siguiente a la suya, un papel de referencia complementario y sucesivo al que Felipe desempeñó naturalmente durante treinta años.

Las llamadas no solo eran de socialistas; se extendían a dirigentes de otros partidos, empresarios y sindicalistas, periodistas e intelectuales. Y hoy, con seguridad, se le seguirían haciendo, especialmente en estas semanas en las que se han perdido las seguridades y el panorama solo ofrece incertidumbre.

La pregunta sigue sin respuesta hoy, justo cuando parece ser tan difícil sostener una idea limpia y compartida de España como fondo permanente de la acción política, una concepción fuerte del Estado como instrumento para defender los intereses generales o, lo que es lo mismo, los intereses colectivos de los ciudadanos y un respeto real a la Constitución y al entramado institucional diseñado por ella.

Vocación por los pactos

De las pocas cosas que escapaban a su comprensión eran el encanallamiento de la política y el cainismo como principio de la acción política, que sufrió personalmente en lo que fue su mayor éxito en beneficio de España. Alguna vez dijo que el primer deber de un responsable político era aprender pronto que estaba condenado a entenderse con sus adversarios. Y se lo aplicó a sí mismo durante toda su trayectoria política.

La afirmación tiene más valor de lo que parece si se recuerda que era rocoso en la defensa de sus convicciones y un polemista temible en cualquier escenario. Dos características que, sin embargo, combinó con una acreditada vocación por los pactos y una endiablada habilidad para lograrlos. Lo hizo en el Gobierno y lo hizo desde el Congreso de los Diputados.

Era rocoso en la defensa de sus convicciones y un polemista temible en cualquier escenario.

Por eso no puede extrañar que, a lo largo de estos meses, cuando tantas cosas graves se suceden, nos preguntemos unos a otros: ¿Qué diría Alfredo? ¿Qué propondría Alfredo?

Es imposible saberlo y en eso vivimos su ausencia. Coincidimos en mucho de cuanto le atribuimos pero en algunas cosas le interpretamos en formas diferentes. Solo hay una coincidencia recurrente: defendería una política de pactos para hacer frente a los profundos retos que exigirán para superarlos lo mejor de todos los españoles y también el funcionamiento estricto de las instituciones públicas y de las normas y los procedimientos democráticos. Una política que incluye aceptar la iniciativa concreta del Gobierno, la renuncia a condiciones que los demás no puedan asumir y la lealtad no solo a lo pactado sino al procedimiento mismo de negociación.

Más de una vez insistió en que cuando no se logra un acuerdo no es por las condiciones que se pongan, sino por la voluntad de no alcanzarlo, pues se prefiere vivir del conflicto aunque eso signifique desinteresarse de los ciudadanos, de sus problemas y aspiraciones. Los que luchan por hacer de la política un espacio de diálogo, esos son, en esta hora, los imprescindibles.

José María Maravall, José Enrique Serrano, Elena Valenciano, Jaime Lissavetzky y Gregorio Martínez integran el Consejo Asesor para el Legado de Alfredo Pérez Rubalcaba en la Fundación Felipe González.